Mientras desciende el número de mujeres adultas víctimas de trata, hay más niñas obligadas a prostituirse.
La estrategia para vender servicios de prostitución.
Pagar por sexo, normal entre los jóvenes.
 
Su identidad es secreta, se la conoce sólo como la testigo protegida NUM028. Nació en Rumanía, no sabe leer ni escribir y tenía sólo 15 años cuando, aprovechando sus graves dificultades económicas, un tipo llamado Eugenio al que ella consideraba su amigo y que vivía en Madrid la convenció para viajar a España con la promesa de un puesto de trabajo, ofreciéndose además a correr con todos los gastos de su desplazamiento. Ella aceptó agradecida. Tomó un autocar en Bucarest y, después de muchas horas de viaje, se plantó en Madrid. Eugenio y otro hombre fueron a esperarla a la estación de autobuses de Méndez Álvaro y la trasladaron en coche a un piso en la localidad madrileña de Valdemoro. Allí, esa misma noche, le pusieron las cartas sobre la mesa: tenía que prostituirse para ellos. Le procuraron documentación falsa en la que figuraba como mayor de edad y, con 15 años, le pusieron a hacer la calle en el centro de Madrid. Estaba constantemente vigilada. Y cuando se le ocurría manifestar su deseo de no seguir ejerciendo la prostitución, era disuadida a golpes por Eugenio, que «le agredía golpeándola con un cable en los brazos, piernas y espalda, así como con puñetazos en la cara».Un día, con la ayuda de un taxista y aprovechando un descuido de sus captores, logró escapar de ellos. Pero con tan mala suerte que, tres meses después, dieron con ella.  
 
Más menores forzadas a prostituirse
 
Pero aún rechinan más los dientes si se tiene en cuenta que ese incremento se produjo en medio de una bajada generalizada en 2015, de nada menos que un 31,5% en relación con 2014, del número total de víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Lo que significa que mientras descienden las mujeres adultas obligadas a prostituirse, aumentan sin embargo las menores forzadas a hacerlo. «Y, obviamente, esos datos sólo representan la punta del iceberg», admite Joaquín Sánchez-Covisa, fiscal jefe de Extranjería. Porque las cifras que maneja su departamento corresponden únicamente a aquellos casos de trata de menores con fines de explotación sexual que la Policía o la Guardia Civil ponen en conocimiento de la Fiscalía y que ésta, tras estudiarlos, considera que existen pruebas suficientes como para abrir diligencias. La realidad es infinitamente mucho más terrible. 
 
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