El alto tribunal subraya el consenso científico sobre la veracidad de la mayoría de testimonios.
Los relatos falsos de menores que denuncian abusos sexuales son muy reducidos, según el Tribunal Supremo. Existe consenso científico sobre que el porcentaje de casos inciertos de abuso infantil es muy pequeño, resalta el alto tribunal, que destaca la importancia de comprobar con “el máximo rigor” la veracidad de los testimonios de los niños, a menudo la única prueba para condenar a los adultos abusadores. La Sala de lo Penal del Supremo ha subrayado estas conclusiones en una sentencia reciente.

La dependencia del menor respecto del agresor, el miedo al rechazo y los sentimientos de vergüenza y culpa, así como las frecuentes amenazas, son razones de peso para concluir que cuando un niño da el paso adelante de denunciar a un familiar o a una persona próxima a sus padres, es porque ha existido un abuso o agresión sexual.

Los abusos sexuales a menores, una materia penal compleja y delicada, carecen a menudo de marcas físicas en los niños porque la agresión se produce con mucha antelación respecto a la denuncia, y pasan años hasta que se da el paso de la confesión. La ausencia de hallazgos médicos forenses obedece a varias razones. Entre ellas, “que se trate de caricias o requerimientos de masturbación sobre el abusador que no dejan huella física”. Y cuando existen lesiones genitales o anales, las lesiones han cicatrizado debido al paso de los años. Esta ausencia de vestigios físicos hace que la única prueba de cargo habitual sea la declaración de la víctima.

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