La educación emocional debería convertirse en el pilar fundamental en la educación. Una formación centrada en enseñar a decidir, a comprometerse, a responsabilizarse, a dibujar caminos con coherencia.
Es bien curioso que en muchas ocasiones olvidemos mostrar a nuestros hijos o a nuestros alumnos la materia más importante que existe. Seguimos basándonos en la idea tradicional de que educar es adquirir el máximo número de conceptos. Nos obsesionamos con que desde muy pequeños aprendan o memoricen la mayor cantidad de contenidos posibles o que aprendan idiomas, toquen instrumentos y practiquen el mayor número de deportes. Para mí, el objetivo principal de la educación debería enseñar la ciencia de la felicidad. Esa ciencia que te abra la posibilidad de vivir una vida plena de sentido. Según la RAE, la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos, es el deseo de conseguirla. [+]
Fuente consultada: EL PAÍS
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