El País participa en un experimento con alumnas de 17 años en un instituto de Madrid para analizar el impacto en su forma de relacionarse de las imágenes violentas, sexualizadas, nazis y homófobas que comparten con el móvil.
Es un lunes de abril, quedan un par de meses para que termine el curso, y las alumnas (el 90% son chicas) del grupo de primero de bachillerato de artes del instituto público Ramiro de Maeztu —en uno de los barrios con mayor poder adquisitivo de Madrid y al que acuden por cercanía muchos de los hijos de investigadores del CSIC, en el edificio contiguo—, van a vivir una experiencia durante varias semanas que no se ha hecho en ningún otro centro.
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