El gran consumidor de prostitución infantil en Tailandia no son exactamente pederastas recurrentes, sino más bien turistas ocasionales que viajan al Sudeste Asiático en busca de nuevas experiencias. Ahora el país está decidido a acabar con ellos
“Queremos que en Tailandia haya turismo de calidad. Y queremos a la industria del sexo fuera”. Son palabras que esta semana pronunció Kobkarn Wattanavrangkul, la primera ministra de Turismo mujer del país asiático.
 
Desde su llegada al ministerio en 2014, Wattanavrangkul se marcó como uno de sus principales objetivos que los turistas se olvidasen de que viajaban al mayor burdel del planeta. Su mensaje era claro para ellos: “Si vienes a Tailandia, no vienes a eso. Vienes a disfrutar de nuestra cultura”.
 
Prueba de esto fue una macrooperación policial que se llevó a cabo hace apenas un mes: hubo centanares de detenciones en todo el país y se cerró la mayor sala de masajes de Bangkok. Solo en ese lugar, la policía arrestó a 100 trabajadoras sexuales, de las cuales 15 eran menores.
 
Que la policía actúe contra las redes de prostitución es algo que hasta ahora era inimaginable en Tailandia. Y este podría ser el inicio de que el país asiático deje de verse como un paraíso del sexo vinculado a actividades ilegales.
 
Un negocio intocable 
 
En Tailandia la prostitución fue declarada ilegal en 1960, con el apoyo de Naciones Unidas. La medida se aplicó para cortar lo que entonces había comenzado a conocerse como un paraíso sexual que, en realidad, escondía un infierno: se trataba de un negocio controlado por grupos del crimen organizado, dedicados a la trata de personas, a la explotación sexual y a la prostitución infantil.
 
A pesar de la ley, la industria del sexo ha crecido hasta el punto de representar un porcentaje importante de la actividad turística. Este es imposible de contabilizar ya que se trata de una actividad ilegal, pero diferentes informes lo sitúan cerca del 10% del PIB. El negocio, además, cuenta con 123.530 trabajadoras sexuales, de las cuales, alrededor del 15% son menores de edad, según un informe de la Agencia de la ONU para el Sida de 2014.
 
Tailandia es un país que ofrece sexo barato, y con servicios exclusivos que incluyen a menores y ladyboys. Es algo que un turista sexual nunca encontrará en Amsterdam, donde los servicios son caros y la prostitución está regulada. 
 
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