Yvonne Laborda es terapeuta y ha publicado recientemente el libro Dar voz al niño, en el que expone las claves de la llamada crianza consciente.
«Esto de «pórtate bien» o «se ha portado mal» es desde el juicio del adulto. ¿Qué es portarse bien? ¿Es hacer todo lo que el adulto quiere? Eso sería reprimir al niño».
Apunta a la necesidad de escuchar a los menores: «Parece que molestan en la sociedad. Tenemos la necesidad de que el niño deje de serlo cuanto antes».

Yvonne Laborda es terapeuta, asesora en crianza y educación consciente y comunicación no violenta. Madre de tres hijos, ha editado recientemente con Grijalbo el libro Dar voz al niño, con el que pretende inspirar para ser los progenitores «que nuestros hijos necesitan». Aboga por «tomar conciencia de qué le pasa al niño, qué necesita y qué me pasa a mí, como madre, con aquello que le pasa al niño, cómo me siento» y por «cortar con la cadena transgeneracional y empezar a sentir al niño».

Su enfoque se llama crianza consciente. ¿Criamos inconscientemente?
 
No es que haya una crianza consciente y otra inconsciente. Cuando yo nombro crianza consciente me refiero a que tomemos conciencia de cómo estamos criando, qué es lo que el niño necesita. Yo hablaría más de una crianza convencional, que es la que todos hemos ido recibiendo, por la que necesitamos obediencia y siempre se anteponen nuestras necesidades a las de los niños. La crianza consciente no es peor ni mejor que otros tipos de crianza, supone tomar conciencia.
 
Habla de conectar con nuestra propia infancia para criar de forma más consciente. ¿Solemos olvidarla?
 
Perpetuamos el mismo trato que hemos recibido en la infancia. Normalmente la forma en que se nos habló, se nos escuchó, se nos respetó e incluso en que nos amaron es la capacidad que tendremos para dar. Dar lo que no se tuvo cuesta y duele emocionalmente. ¿Por qué seguimos gritando a los niños, castigándolos y amenazándolos? Porque eso es lo que hicieron con nosotros. Tenemos la creencia de que el niño debe obedecer, de que los niños necesitan ser dirigidos.
 
Perpetuamos a veces el mismo trato, incluso me atrevería a decir el mismo maltrato, porque gritar es maltratar, aunque suene mal. Y todo esto provoca malestar en el niño. Mi mensaje aboga por cortar la cadena transgeneracional y empezar a sentir a los niños. Un niño respetado aprende a respetar a los demás y a sí mismo. Cuanto peor tratamos a un niño, peor persona pensará que es.
 
Dice en su libro que llamamos portarse bien a estar sometido a las necesidades del adulto y portarse mal a tener criterio propio.
 
¿Cómo conjugar las necesidades del niño y las nuestras?
 
Esto de «pórtate bien» o «se ha portado mal» es desde el juicio del adulto. ¿Qué es portarse bien? ¿Es hacer todo lo que el adulto quiere? Eso sería en realidad someterse a las necesidades del adulto, reprimir al niño. Pensemos que a mayor represión mayor explosión. Un niño que tiene que estar reprimiendo su necesidad de moverse, su necesidad de jugar, no se ha portado mal. A lo mejor necesita moverse y ha estado muchas horas encerrado en casa. Un niño no puede satisfacer sus necesidades solo. Necesita de un adulto amoroso, respetuoso y dispuesto.
 
Hay muchos momentos en los que las necesidades del niño y del adulto chocan (mi necesidad de calma o de trabajo con la necesidad de juego y de moverse del niño, por ejemplo). En ese momento solemos abusar emocionalmente del niño: no lo escuchamos, queremos que el niño se reprima, obedezca, se someta y haga lo que yo necesito. Pero cuando yo no puedo satisfacer una necesidad del niño (de juego, de contacto, de presencia), sí puedo validar esa necesidad. «Cariño, tú ahora necesitarías estar conmigo, ¿verdad?». Cuando yo le valido, estoy de su lado, le comprendo, el niño se relaja. Yo siempre digo que a mayor conexión mayor cooperación, porque el niño necesita ser comprendido, amado y respetado.
 
¿Qué necesita realmente el niño? ¿La sociedad está conectada con esas necesidades? 
 
Loading...
Share This