Para Jorge Flores, director y fundador de PantallasAmigas, es normal que durante el tiempo de aislamiento los padres no sepan si los niños hacen deberes o están jugando en el ordenador. Estar encerrados en casa tantas horas es la excusa perfecta de muchos niños para pedir a sus padres que les dejen jugar con las nuevas tecnologías. Los progenitores, que en muchos casos teletrabajan, se encuentran ahora en la contradicción de dejarles el acceso, cuando antes se lo tenían limitado, a todas horas para que, de esta forma, mientras los pequeños están entretenidos, los padres puedan atender con más calma sus obligaciones laborales. El coronavirus, en este sentido, está volviendo el mundo al révés.
 
¿Es habitual que los padres vayan a pasar por alto estos días las normas que tenían sobre el uso de tecnologías en casa?
 
Sí, sin duda. Es una situación también de emergencia a esos efectos. Además, los días se harán cada vez más largos, para ambas partes, y será muy complicado mantener el pulso. No obstante, conviene dar la batalla y, en ningún caso, acabar arrojando la toalla por completo. 
 
¿Cómo limitar a los niños que jueguen o estén menos tiempo con pantallas?
 
Para evitar el abuso de pantallas puede ser necesario emplear varias estrategias combinadas porque el reto se vislumbra enorme. En primer lugar, es importante tratar que nuestros hijos comprendan que el exceso de tiempo de pantalla tiene efectos negativos, siquiera desde el punto de vista físico (postural y visual). Si bien puede que no logremos la autorregulación, al menos comprenderán nuestra postura.
 
En segundo lugar, podemos apoyarnos en tácticas personales o herramientas de control parental que pueden ayudar a supervisar, gestionar y limitar el acceso a los dispositivos, a Internet o a determinadas plataformas o apps. Por último, está nuestra capacidad para estimular el disfrute de formas de ocio y diversión alejadas de la pantalla.
 
¿Qué repercusión puede tener para los niños? ¿Y para los adolescentes?
 
No es razonable pensar que un atracón de pantallas durante unas semanas genere graves daños. En su caso, una secuela puede ser la habituación, hacer del abuso diario una costumbre que acabe convirtiéndose en necesidad aun cuando el contexto haya cambiado. Otro riesgo a superar es que cuando el tiempo es excesivo, sin límite, hay mayor probabilidad de probar nuevas experiencias que no siempre resultan satisfactorias y, en ocasiones, son arriesgadas o negativas.
 
¿Qué pautas pueden seguir los padres para un uso razonable?
 
Todo uso razonable debe ser limitado y, por lo tanto, medido. Además, no se trata solamente de cantidad de tiempo de uso, sino también de calidad y de variedad. Así como se debe incentivar el ocio no digital, es importante estimular un ocio digital diverso y equilibrado. Por último, hay que tomar en cuenta los momentos de uso y cómo afecta a las relaciones con las demás personas.
 
Ahora muchos deberes los hacen online, ¿cómo repercute que su ocio sea también delante de una pantalla?
 
La disponibilidad y accesibilidad se pueden convertir en aliadas de la tentación y, si eso ocurre, los deberes corren el riesgo de salir malparados. Además, para los padres y madres es más complicado tanto saber si está realizando la tareas escolares como supervisar el uso que se haga de las tecnologías digitales conectadas.
 
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