Hay padres y madres para los que los viajes de larga duración son la mejor opción como herramienta pedagógica.
Sonia y Antonio llevan toda una vida viajando. Porque les gusta, claro, pero también porque están convencidos de que viajar nos permite vivir de cerca realidades muy diferentes de las propias. Realidades que, dicen, les han ayudado a ser más tolerantes, pero también mucho más conscientes de lo que es realmente necesario para vivir. O lo que es lo mismo, les ha llevado a la toma de conciencia del «tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos», que defendía Tyler Durden en El club de la lucha. Tanto es así que poco antes de convertirse en padres –hace ya 14 años– dejaron sus respectivos trabajos en empresas multinacionales y se lanzaron a dar la vuelta al mundo con una mochila. Y tanto disfrutaron con sus expediciones que no se detuvieron cuando nació Candela (14), ni cuando llegó Mateo (12), e hicieron de los viajes su forma de vida: iniciaron una webserie de su experiencia en YouTube, Makuteros, e incluso dieron el salto a TVE con el programa Mi Familia en la Mochila – Family Run. Han recorrido más de 40 países y hasta han tenido tiempo para emprender un negocio familiar: Makuto Hostel, un albergue mochilero ubicado en Granada, muy similar a un modelo que habían encontrado en sus viajes pero que en 2004 aún no existía en España. “Sabíamos que no podríamos volver a la misma vida de oficina de antes porque nos sentiríamos fuera de lugar”, dice Antonio.
Una filosofía de vida muy similar llevó en 2010 a Max López y Susagna Galindo a crear Familias en ruta, una idea que empezó como un blog de viajes y que ha evolucionado hacia un proyecto de emprendimiento con el que buscan aportar información útil pero también servir de lugar de reunión para una gran comunidad de familias viajeras con gustos, procedencias e intereses de lo más dispar. “La pantalla del ordenador nos une con familias que han encontrado en Familias en Ruta la chispa que necesitaban para echarse a volar. Esto es algo que de alguna manera te genera un sentimiento de responsabilidad –en el buen sentido– y que te da calor para seguir avanzando. Uno de los mejores momentos del año es cuando podemos conversar, desvirtualizar, tocar y crear ambientes de complicidad y disfrute en nuestros encuentros y campamentos”, cuenta Max.
Susagna y Max comenzaron a viajar en familia cuando su hija tenía tres años. Lo hicieron recorriendo gran parte de Centroamérica y Ecuador. Ahora aquella niña ha cumplido 12, y tienen otro hijo de 8, pero continúan descubriendo el mundo: una parte del año la dedican a recorrer Asia (Tailandia, Malasia, Bali, Sri Lanka, Camboya e India), y otra parte instalan su campamento base en Gerona. Reconoce Max que una de las mayores dificultades que se han encontrado hasta el momento es que no existe un camino trazado y estipulado, sino que son ellos los que tienen que crear el propio, “aceptando las contradicciones, riesgos y beneficios, pros y contras de cada decisión”. Pese a ello, considera que son muchas más las ventajas que los viajes de largo recorrido, y largo tiempo, con niños les han aportado como familia. Lo contaron en 2016 junto a otras familias viajeras en el documental Familias viajeras, mirar el mundo con ojos de niño. “Muchos padres consideran que con la paternidad ya no hay opción para grandes viajes, que cuando los niños son pequeños hay que tenerlos entre algodones y que no se puede viajar a países “exóticos”, a no ser que sea con un apresurado circuito de dos semanas o parapetados en un hotel de lujo. Se puede viajar, y se puede disfrutar mucho viajando en familia”, explica Max.
El mundo como escuela
Familias como la de Max y la de Antonio sostienen que hay otras formas de aprender sobre lo que nos rodea: a través de la experiencia. Cuenta Antonio que “viajar es el método de aprendizaje más eficaz y si lo haces en familia, además lo disfrutas el doble”, pero también cree que hay que seleccionar lo que conviene estudiar en cada viaje. “Un viaje a un país desarrollado nos puede ayudar a explicar cuestiones de tecnología o ciencia a través de sus museos, su forma de vida, sus recursos… Mientras que la visita a un país en vías de desarrollo o subdesarrollado nos ayudará a explicar mejor a nuestros hijos cuestiones de humanidades y ética”.
Fuente consultada: Observatorio de la Infancia en Andalucía [enlace]