El filme de Jeanne Herry fue una de las sorpresas del cine francés del año pasado, donde arrasó en taquilla y optó a siete premios Cesar.
 
“Ser madre es lo más bonito del mundo’. Esa frase se ha repetido siempre. Si alguien se atrevía a decir lo contrario se la miraba mal. A aquellas mujeres que se atrevían a criticar ese sueño dorado de la maternidad, o a decir claramente que no querían ser madres, se las señalaba con el dedo. La sociedad ha inculcado casi una obligación de que hay que tener hijos, pero las condiciones para tenerlos son cada vez más precarias.
 
En este debate sobre la maternidad ha entrado un nuevo actor, la maternidad subrogada, punta de lanza de un discurso neoliberal que considera que el deseo de ser padres debe ser satisfecho. Para esas personas que querían tener hijos pero no podían siempre hubo una opción: la adopción. Un sistema muchas veces vilipendiado, pero que supone un mecanismo con muchos engranajes y resortes que casi todo el mundo desconoce. Una cadena de trabajadores sociales que luchan por encontrar los mejores padres para cada criatura, algo que hace que los adoptantes muchas veces se enfaden. Ellos buscan un hijo, pero el sistema es a la inversa, el estado busca un adulto para un niño.
 
Ese proceso es el que retrata de forma meticulosa En buenas manos, uno de los éxitos del cine francés del año pasado, donde optó a siete premios César y se convirtió en un pequeño fenómeno de audiencia gracias a su humanidad y honestidad al tratar el tema. El filme es una radiografía de la adopción, desde que una madre decide que no quiere tener a su hijo hasta que encuentra una madre, pasando por todo el entramado social que realizan unos trabajadores que creen en lo que hacen, y enseñando cómo trabajan figuras desconocidas, como los padres de acogida, que cuidan de los niños de forma temporal. 
 
Con este filme la realizadora Jeanne Herry busca la empatía de la gente con los trabajadores sociales, que muchas veces son atacados por sus decisiones. “La gente tiene que entender que se trabaja para ayudar a los niños. La constitución dice que todo niño tiene derecho a unos padres, es por ley, pero no dice que un padre tiene derecho a un niño. Por tanto, el estado busca padres para los niños, no al revés, y con eso hay un malentendido, porque hay gente que no sabe posicionarse bien para ser adoptantes”, explica a EL ESPAÑOL. 
 
Fuente consultada: Observatorio de la Infancia en Andalucía [enlace] 
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