«Se han dado casos de malas prácticas en nuestro centro pero lo importante es reconocer este tipo de actitudes y atajarlas. El bullying desaparece cuando el acosador no encuentra seguidores y lo que tratamos es que todos los compañeros sean ayudantes de las víctimas», aseguró el director del centro, Roberto Arteagabeitia, que junto a Leire Anitua y Maialen Basterra, son los coordinadores del programa KiVa en la villa foral.
Según datos extraídos del proyecto finlandés, el 9% de los alumnos acosa y el 13% son víctimas. Solo un 20% ayuda al menor atacado, mientras que el resto, calla o refuerza la actitud del agresor. «Les instruimos para que cuando detecten bullying inmediatamente lo comuniquen al equipo KiVa, son los monitores ataviados con un chaleco amarillo reflectante. Eso no quiere decir que sean chivatos», indicó.
Cuando se identifica un caso de acoso, se despliega un protocolo de actuación. Los coordinadores del programa conversan con el acosador y la víctima, y comunican el altercado a los padres. Tras un acuerdo escrito en el que el instigador se compromete a erradicar su conducta, los encargados del centro vigilan diariamente si este episodio se ha solucionado. «En el 98% de los casos se reduce», subrayó Arteagabeitia. Si continúa, interviene el Gobierno vasco.