Cuatro años de conflicto han pasado una factura muy alta en Yemen: hasta 70.000 civiles muertos, tres millones de personas desplazadas y miles de vidas rotas. La guerra, el hambre y el analfabetismo son culpables de que el matrimonio infantil haya condenado a muchas menores a convertirse en esposas demasiado pronto. Las cifras se han disparado del 17,1% en 2013, según datos del Gobierno yemení, al 72% en 2018 según Unicef. Hace un año, una profesora alertó a Al Osimi de que cada vez las familias sacaban a más niñas de la escuela.
Cuatro años de conflicto han pasado una factura muy alta en Yemen: hasta 70.000 civiles muertos, tres millones de personas desplazadas y miles de vidas rotas. La guerra, el hambre y el analfabetismo son culpables de que el matrimonio infantil haya condenado a muchas menores a convertirse en esposas demasiado pronto. Las cifras se han disparado del 17,1% en 2013, según datos del Gobierno yemení, al 72% en 2018 según Unicef. Hace un año, una profesora alertó a Al Osimi de que cada vez las familias sacaban a más niñas de la escuela. Casi 120 menores en ese momento dejaron de acudir a clase. “Cuando las niñas dejan de ir a la escuela, a los 12 o 13 años, las casan directamente. Muchas tienen que trasladarse desde Saná a un poblado, para vivir en una casa y con una familia que no conocen. Serán esclavas, abusarán de ellas y se quedarán embarazadas muy jóvenes. Es una situación terrible”, explica Al Osimi.
Contra esto, la receta de estas tres mujeres han sido 1.065 desayunos que se reparten cada día en dos escuelas de la capital yemení. “Sabemos que por un desayuno no van a dejar de darlas en matrimonio, pero la realidad es que están todas, que ninguna falta al colegio. Es un desayuno completo con vitaminas, proteínas e hidratos que no puede sustituir a una comida pero les ayuda mucho. Si la familia encuentra una vía para que las niñas estén alimentadas, no las casan. Está funcionando”, reconoce Erill. Una labor a la que no hay que quitar ni un ápice de gesta ya que en muchas ocasiones es la única comida que muchas de ellas reciben a diario en un país colapsado y bloqueado al mundo exterior, asediado por los bombardeos y donde se mantiene cerrado el puerto de Hodeida, principal entrada de alimentos, combustible, medicinas y ayuda humanitaria que importa Yemen.
“Cuando una familia no tiene dinero, el matrimonio infantil es una de las opciones por las que optan, porque ven que será una boca menos que alimentar. Son personas sin formación que no tienen nada y a las que les ofrecen una o dos cabras y hasta 2.000 dólares por casar a la menor”, apunta Erill. En Yemen, alrededor del 70 % de la población padece inseguridad alimentaria y 450.000 niños menores de cinco años sufren malnutrición aguda grave. La pobreza, el analfabetismo, la tradición y la guerra han condenado a muchas niñas a convertirse en esposas. “Yo les digo a los padres que nosotras les daremos comida pero que ellos deben traerlas todos los días para que no dejen de estudiar. Les insisto en lo importante que es esto para el futuro de sus hijas”, relata la joven yemení.