Según Alfred Sonnenfeld, doctor en Medicina y Teología, la sociedad está presionando a muchos progenitores, «por lo que es necesario volver a tener serenidad, intuición y sentido común».
En su último libro, «Educar para madurar», Alfred Sonnenfeld, doctor en Medicina y Teología, explica que cada niño es un microcosmos y que su educación no es una meta fácil puesto que no hay recetas preconcebidas que garanticen el éxito de manera infalible. Añade que, en este sentido, «sería un atentado contra el desenvolvimiento progresivo y sano del menor tratarlo a temprana edad como a un adulto, sin permitirle que recorra las etapas normales del desarrollo infantil».
¿Considera que se está acortando la infancia a los niños?
Efectivamente, es lo que está ocurriendo por parte de los padres. Pero no lo hacen de forma intencionada, es que no se dan cuenta de ello, y es lo grave. Los progenitores están abusando emocionalmente de sus hijos. Hace años, cuando los padres acudían al psiquiatra, lo hacían porque consideraban que el niño tenía un problema. Esto ha cambiado. Ahora van más niños porque, a pesar de que los padres se ocupan mucho más de ellos, la presión de la sociedad sobre los progenitores es tan grande que ejerce una gran influencia negativa sobre los hijos. Esta situación provoca que la psique del pequeño no se desarrolle y quede bloqueada emocional y sociológicamente. Es lo que se llama simbiosis y es un virus letal.
¿Por qué se bloquea su mente?
Porque los padres viven como en una rueda de hámster totalmente estresados por la dinámica de la sociedad y, sobre todo, por la hiperconectividad. No paran de recibir correos electónicos, mensajes de whatsApp…, a los que se espera que se dé una contestación rápida, tanto de día como de noche. Todo ello genera situaciones de estrés que no son nada positivas y producen malestar en la familia. Lo positivo de esta enfermedad denominada simbiosis es que se puede curar de forma relativamente fácil.
¿De qué manera?
Yo le diría a las familias que se vayan ocho horas al bosque sin móvil y disfruten de la vida, de la naturaleza. Cada vez es más necesario. Urge la serenidad, la calma en la adversidad. Es necesario establecer prioridades, saber qué es esencial, darse cuenta de que hay cosas que no son tan relevantes y dar importancia al presente porque lo que no se haga hoy con los hijos tendrá efectos en su futuro.
¿Considera que las nuevas tecnologías son un gran problema?
Sí, estamos siendo arrollados por la revolución digital. Cada vez hay más evidencias de cómo el mundo digital está enfermando a las personas. Les está impidiendo una conversación normal, que ya se está convirtiendo en un producto de lujo. La gente casi no habla cara a cara y cuando lo hace, se menosprecia a las personas por mirar continuamente la pantalla del móvil. Todo esto tienen una influencia muy grande en los niños.
¿Qué tiene que ocurrir para cambiar la situación?
Hace falta serenidad, tener más sentido común y volver a la intuición. Estamos tan estresados y sometidos a tantas presiones externas que no sabemos reaccionar con paz. Todo ello también motiva que los padres quieran complacer por encima de todo a los hijos y no se dan cuenta de que para crecer bien los niños necesitan límites, puntos de orientación claros y referencias.
¿Por qué van ahora más los niños al psicólogo y psiquiatra?
Precisamente por esto que es lo que está en la base de todo. Su psique no se desarrolla bien, les falta esa normalidad de aceptar límites. No hay que olvidar que «yo me hago gracias al tú»; es decir, sin la ayuda de los padres el niño no es nada. Un niño para hablar tiene que ser hablado, necesita modelos, guías. Nuestro cerebro es relacional y social, y la felicidad depende también de las relaciones con otras personas, y eso se aprende en la familia. Si hay buenas relaciones en su hogar, ese niño saldrá fuerte para la vida, sabrá abordar los problemas. Pero cuando los padres tienen un estilo de vida problemático y estresante tendrá una influencia negativa sobre el sistema inmunológico del pequeño. Está demostrado que es así, que las defensas normales del cuerpo humano bajan y el cortisol aumenta y, en consecuencia, hay mayor el estrés. Esto conlleva una serie de problemas considerables en el niño.
Al final, los padres llevan a los hijos al psiquiatra para tratar determinados comportamientos que, por lo general, los han provocado los padres por su manera de actuar, como consecuencia del estrés, por estar enganchados a las nuevas tecnologías, no ponerles límites… En definitiva, la educación de los hijos se les escapa de las manos. Y hay que decirlo con mucha insistencia. No se trata de echar la culpa a los padres, pero es que no se dan cuenta de que lo hacen mal y hay familias que son un verdadero sunami.