Tres generaciones que acusan de abusos al entrenador de atletismo Miguel Ángel Millán hablan por primera vez entre ellos de sus casos y de cómo cambiaron sus vidas.
Atardece en Santa Cruz de Tenerife. E. y P. y su hermana, adolescentes alegres, pasean y disfrutan y hablan libres, sin peso en la conciencia, por la Plaza de España y los jardines de la Marina. E. y P. han denunciado por abusos sexuales a su entrenador de atletismo, a Miguel Ángel Millán, el hombre que llenó su adolescencia de sueños de gloria olímpica, y contra él han testificado en un juicio ya visto para sentencia y en el que la Fiscalía y la acusación particular le piden 18 y 21 años de cárcel, respectivamente.
Desde la terraza de una cafetería, junto al parque, alrededor de una mesa, les observan los que sufrieron en manos de la misma persona y fueron callados hace 35 años y más. Son seis hombres ya hechos y derechos, padres de familia, rondando los 50 todos, que han llegado desde Alhama de Murcia para testificar, para denunciar, lo que en su momento callaron ellos, callaron sus padres, callaron las autoridades. Intentan, hablando en grupo, descargarse del peso del silencio. Como una sesión de terapia.
Quieren que se sepan sus nombres y sus apellidos como cuando eran o querían ser atletas entrenados y atormentados por Millán, y alguno tocó de verdad la gloria olímpica. Son Francisco Toledo, Ginés Ramírez, Alonso Sánchez, Ginés Hidalgo, aún, desde 1992, plusmarquista nacional sub-18 de decatlón con pesos y vallas absolutos desde agosto del 92, Javier Gómez Cala y Antonio Peñalver, el subcampeón olímpico. Llevaban años sin verse ni hablarse. Nunca se habían contado uno a otro que habían sufrido lo mismo. En el tribunal, los abogados de Millán les han preguntado suspicaces si no se habrán puesto de acuerdo para declarar lo mismo… “Qué de acuerdo, qué de acuerdo”, responden, “como si alguien me tuviera que decir por lo que pasamos…”.
Elisa, la madre, de E., la mujer que batalló y no paró hasta lograr que sus denuncias fueran tenidas en cuenta, les acompaña, les agradece su ayuda, relata su experiencia. Mira a su hijo y sus amigos y sonríe con cierta tristeza. “Lo importante es que no te quiten esa alegría casi infantil”, dice. También está Dani, que aún no ha cumplido los 30 y fue atleta de Millán y también cuenta que sufrió abusos en Tenerife hace más de 10 años, y habla de la dificultad no solo de denunciar, lo que intentó cuando surgió el caso de Gloria Viseras, la gimnasta que denunció a Jesús Carballo, sino de que crean a quien denuncia, de la soledad de la víctima.
Son tres generaciones
Antonio Peñalver. Desgraciadamente esto ha servido para que personas que llevábamos 27 años absolutamente aislados unos de otros, por el secreto, por la culpa, por la vergüenza, retomemos nuestra relación para ayudarnos unos a otros a superar lo que ocurrió en aquellos años de infancia y las secuelas que ha tenido en cada uno de nosotros durante los últimos 25-30 años. Hemos retomado una relación de amigos que en muchos casos, el mío por ejemplo, había sido imposible. Yo he sido incapaz de mantener una relación de amistad sana con nadie por muchos traumas, por muchas historias
Francisco Toledo. Es doloroso tener que volver a revivir una cosa que intermitentemente ha estado siempre en nuestras vidas y ahora con una intensidad muy fuerte. Para mí no ha sido nada fácil, pero si tienes un poco de empatía con los demás…. No quise dejar a otras víctimas solas, igual que nos pasó a nosotros.
Ginés Ramírez. Tenemos que terminar un trabajo que no hicimos en su día, que es lo que nos pesaba más. Quizás este juicio debería haber sido hace 30 años o 35 en Murcia y no habría otra gente implicada.
Ginés Hidalgo. ¿Qué menos que darles nuestro apoyo y que nos sirva, no solo a nosotros, que sí que nos puede servir, sino a otros chavales que podrían pasar por la misma situación con este depredador sexual y a otros chavales con otro, y que les sirva para que no les pase y si les pasa para que den la cara?
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